Un jugoso negocio de más de seis ceros en carreras cuadreras decantó ayer en escándalo, al trenzarse una muchedumbre en una campal, luego de que el favorito fuese derrotado en el séptimo turno, «batacazo» que devino en tiros, corridas, escaramuzas y al menos media docena de heridos.
El escenario resultó el «Hípico Mis Nietos», distante 3 kilómetros hacia el norte de la ciudad de Monte Quemado, Copo, camino a La Cañada.
De acuerdo con el procedimiento del personal de la Seccional 22, y ahora reconvertido en actuaciones a cargo del fiscal Gabriel Gómez, el lugar tendría de propietario a un comerciante de apellido Gerez, pero en la actualidad sería administrado por un tal Silva.
Las cifras más osadas
En la previa, la organización habría fijado en $ 1.500 el valor de la entrada. La calculadora habría delatado más de 500 personas, pero descontándose que unas 400 almas pagaron entrada, solo en concepto de «bienvenida» la gente dejó como mínimo más de $ 600.000. A ese concepto, vale añadirse la venta de comida, gaseosas, vinos, cervezas, agua y golosinas.
Siempre sobre la base de la organización, los testigos manifestaron que el fuerte del «evento» recayó en las apuestas. Mínimamente, los «burreros» desembolsaron $ 30.000 y a tanto se acrecentó el ímpetu por el «vil metal» que los más osados no titubearon al apostar hasta $ 300.000 en un ejemplar.
A las 14 arrancaron las carreras. Todo transitaba de acuerdo con lo proyectado hasta que llegó la séptima de las 9 anunciadas. Los dos caballos compitieron cabeza a cabeza y sobrevino lo impensado: el favorito quedó rezagado y el ignoto desconocido cruzó airoso la línea de llegada.
Unos cuantos celebraron a los gritos y en un polvaderal. Enfrente, los propietarios del perdedor mascullaron bronca, pero finalmente liberaron su ira. «Hdp, le tiraron tierra», bramaron, al acusar a los responsables del ganador de hacer trampas.
El reproche sonó a nada sutil afrenta y los triunfantes dejaron de lado la celebración. En segundos, todo mutó en corridas, tiros, robos y pedradas, al cual se plegó la «hinchada» de los dos ejemplares protagonistas.
Trifulca y corridas
Durante más de diez minutos, imperaron las armas de fuego, con jóvenes corriendo presurosos por salir de la zona beligerante. En el fragor del bochorno, cayeron y sufrieron lesiones seis personas. Al cierre de esta edición, la policía solo habría registrado el paso de Yohana Abigail Barrera, de 18 años, del Bº Triangulo, por el hospital local. Por fortuna, evolucionaría bien, pese al sofocón padecido.
Los otros cinco habrían sido hombres que cayeron bajo las patas de los caballos y hasta blancos de numerosas pedradas.
Los testigos ahondaron que después de los ataques, la policía pudo controlar a los más exaltados y así logró que se corrieran las dos carreras restantes y luego fue dispuesta la desconcentración. Ésta llegó rápido, ya que los jefes policiales apuraron, al «trote», el cierre de la fiesta, a fin de que los «burreros» pudieran retirarse a sus casas.
La ira fulminaba la fiesta y el fiscal instruía a los policías
Pasiones, acusaciones y un fiscal en busca de orden, era el escenario emergente anoche en Monte Quemado. Aún sensibles por la derrota y pérdida de millones en apuestas, los hombres que sangraban con semejante rojo pasivo, hilvanaban un sin fin de conjeturas.
Algunos aludían la caída a una «cuasi» entrega de la carrera. Los que comulgaban con esa teoría, miraban con escaso cariño al jockey que guió al caballo hacia la derrota.
Sin embargo, desde enfrente otros sugerían que hubo infiltrados descarados que llegaron a la bajeza de lanzarle tierra al animal, lo cual lo asustó y frenó su avanzada, instantes que su rival aprovechó para ganar, aún con una exigua diferencia.
Mezcla de bolsillos flacos y despecho, los diagnósticos no respetaban calibre y desencadenaban en otras tantas explicaciones, sin que nadie atinase a dar entidad al mínimo porcentaje de azar, suerte y batacazo.
El fiscal, expectante
En esa vorágine de apostadores hiperdecepcionados en una caída terminal, el fiscal Gabriel Gómez instruía a los policías con un pedido tajante: «Nombre del organizador, documentos para la autorización de las carreras y número de efectivos contratados para la seguridad».
Ello sonaba a eventual problema en el oído de los responsables de las cuadreras, resueltos en que el mal día no derrape peor, la hemorragia sea contenida, y no pulverice una fiesta que siempre promete revancha.
Fuente El Liberal
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