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Adiós al embajador cultural: Murió Juan Carlos Aguirre, leyenda del folklore termeño

La ciudad termal está de luto. Juan Carlos Aguirre, el embajador cultural de Termas de Río Hondo, falleció hoy a los 73 años, dejando un vacío imposible de llenar en el corazón del folklore santiagueño. Con su partida se apaga una voz que durante más de cuatro décadas llevó el nombre de su querida tierra por escenarios de toda Argentina y 16 países del mundo.

La historia de  Juan Carlos es la de un joven rebelde que eligió la guitarra por sobre los libros. Enviado a estudiar arquitectura a Santiago del Estero capital, fue la música la que terminó cautivándolo. «Lo que menos hice fue estudiar lo que mis viejos querían», confesaba con esa honestidad que lo caracterizaba.

Tenía apenas 16 años cuando Pablo Cristoff, el recordado locutor, lo llevó por primera vez a cantar a la Confitería del Casino. Era 1964 o 1965, y aquel adolescente subía al escenario con «un terror, un pánico» que pronto se transformaría en pasión. Solo, con su guitarra, cantó folklore, y la gente lo ovacionó. Ese aplauso fue el primero de miles que cosecharía a lo largo de su carrera.

En un ambiente artístico que describía como «muy difícil», Aguirre se ganó el reconocimiento de sus pares por algo que consideraba fundamental: el respeto. «Así como yo respetaba a mis colegas, ya sea que toque el bandoneón, la guitarra, el bombo o la quena, siempre había un respeto», reflexionaba.

Su casa en Termas de Río Hondo fue refugio y comedor para las grandes figuras del folklore argentino. Por ella pasaron la familia Carabajal completa, Horacio Guaraní, Los Tucu Tucu, Los Chalchaleros, Facundo Cabral, Hugo Díaz, Jorge Sobral, Los Cantores del Alba, Los Ábalos y Mario Álvarez Quiroga, entre tantos otros. «Los Tucu me dijeron ‘estamos podridos de comer asado, vamos a hacer un guiso'», recordaba con esa calidez que lo definía. Y ahí estaba él, cocinando junto al Gordo Gilberto Vaca, tejiendo amistades que trascendían el escenario.

Catorce discos grabados atestiguan la prolífica carrera de Aguirre. Comenzó con Los Tobas, integró Los Cantares junto a Raúl Galeano, y grabó para el mítico sello CBS Columbia gracias a Pedro Favini del Trío San Javier. Su versatilidad lo llevó del folklore al género melódico después de quedar segundo en el Festival OTI de la Canción, donde compitió contra figuras de la talla de Guillermo Guido.

Entre sus composiciones destacan «Donde brilla más el sol», una chacarera que pinta el espíritu termeño, y «Chacarera del caminante» —popularmente conocida como «la de Razndazzo»—, con letra de Sebastián Sabater. Sus canciones eran crónicas de su tierra: «Siempre conté lo que es, después lo llevaba con la música para transformarlo en canción», explicaba.

La carrera de Aguirre trascendió las fronteras nacionales. Recorrió 16 países, y su relación con el tango le abrió puertas inesperadas en Estados Unidos. En la Casa de Carlos Gardel en Miami, lo que comenzó como un viaje turístico terminó en un contrato para cantar jueves a domingo. «Si no cantabas un tango, no eras argentino», recordaba entre risas.

Pero quizás su mayor legado no esté solo en los discos o los escenarios recorridos, sino en los jóvenes artistas que acompañó que encontraron en Aguirre a un mentor generoso, sin egoísmos ni mezquindades.

«La Juntada Termeña», aquel memorable encuentro de artistas locales de hace tres años, fue testimonio de esa hermandad que Aguirre cultivó durante décadas.

En sus últimos tiempos, aquejado por problemas de salud, Aguirre seguía queriendo «arrancar de nuevo», con esa misma pasión del adolescente que subió por primera vez a un escenario.

Juan Carlos Aguirre se fue, pero quedan su voz en 14 discos, sus canciones que pintan los paisajes termeños, los artistas que formó, las amistades que cultivó y el amor de un pueblo que hoy lo despide con el mismo aplauso cálido de aquella primera vez en el Casino.

Descansa en paz, embajador. Termas de Río Hondo te recordará siempre.