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SUEÑOS DE GLORIA

Fernando «Maravilla» Sosa regresó por unos días a Termas de Río Hondo, la ciudad que lo vio nacer y donde dio sus primeros golpes en el ring. A sus 66 años, el ex boxeador y actual entrenador visita su tierra natal con una mezcla de nostalgia y alegría, reviviendo recuerdos de su juventud y compartiendo su pasión por el boxeo con una nueva generación.

Sosa, reconocido como una leyenda del boxeo nacional, creció en lSector el Alto. Desde temprana edad, tuvo que luchar contra la adversidad y las carencias, pero encontró en el boxeo un camino para canalizar su energía y escapar de la pobreza. «El boxeo es de los pobres, mientras haya pobreza va a haber boxeadores siempre, tratando de llegar a un lugar en la sociedad y económicamente», reflexiona Sosa.

A los 15 años, el joven Fernando comenzó a boxear en el Club Termas, atrapado por la magia de los guantes y el cuadrilátero. Fue allí donde el entrenador Héctor Di Pilato descubrió su talento innato y lo convenció de mudarse a Mar del Plata para pulir sus habilidades. «Si usted no viene conmigo, no lo quiero ver más en Mar del Plata», recuerda Sosa sobre las palabras que cambiaron el rumbo de su vida.

Con su bolso al hombro y el apoyo de Di Pilato, el joven santiagueño dejó atrás su hogar y se embarcó en una aventura que lo llevaría a lo más alto del boxeo mundial. Fue en Mar del Plata donde Sosa se forjó como boxeador, entrenando sin descanso y cultivando una disciplina inquebrantable que lo llevó a convertirse en campeón argentino, sudamericano y, finalmente, a codearse con los mejores del ranking mundial.

Sin embargo, el sueño del título mundial se vio truncado de manera abrupta en 1986, cuando una lesión en los ojos obligó a Sosa a retirarse prematuramente «Justo ocurrió un mes antes del título del mundo. No me permitieron pelear y me retiré», lamenta el boxeador, evocando la amarga decepción de ver su anhelo más preciado escapar de sus manos.

Tras su retiro, Sosa se dedicó a transmitir su pasión y conocimientos a las nuevas generaciones de boxeadores. En Mar del Plata, donde se afincó por años, su gimnasio se convirtió en un semillero de talento, formando a decenas de jóvenes en el arte del pugilismo.

Pero ahora, de regreso a Termas de Río Hondo, Sosa anhela dejar su huella en la tierra que lo vio nacer. «Tengo una de las grandes frustraciones de mi vida, que fue Cai Bulacio. Extraordinario boxeador. Peleó en el Luna Park, en todos lados y, sin embargo, le gustó esto, es válido también, ¿no? Se quedó acá, y perdió mucho», comenta Sosa, lamentando la falta de oportunidades para los jóvenes boxeadores locales.

Con su hijo al frente de un gimnasio en Termas, Sosa espera que las nuevas camadas de pugilistas encuentren el apoyo y la contención que él alguna vez anheló. «Acá hay una camada de boxeadores que si tienen el apoyo y la continuidad que les puede dar el municipio, aunque sea con el polideportivo y una ambulancia nada más, lo demás se paga», afirma con convicción.

En su regreso a Termas, Sosa ha sido recibido con los brazos abiertos por amigos, familiares y admiradores que lo recuerdan como un orgullo local. Pero más allá de los reconocimientos y la gloria pasada, «Maravilla» tiene un mensaje claro para los jóvenes boxeadores: «Que sueñen, como alguna vez soñé yo. Nada más que yo estaba solo, ahora están acompañados, están más contenidos. Entonces, yo creo que si ellos creen en ellos, yo creo que van a llegar muy lejos».

En su tierra natal, donde alguna vez fue un joven soñador, Sosa anhela encender la llama del boxeo en los corazones de los jóvenes termeños, sembrando la semilla de la perseverancia y el sacrificio que lo llevaron a codearse con los mejores del mundo. Porque, como él mismo dice, «el boxeo me ha enseñado y me ha marcado y me sigue enseñando, porque yo aprendo a través de los chicos».