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EL FUEGO ETERNO

«Siempre digo que el terraplén, el lago son mi segunda casa y mi oficina. Tengo unos 6 circuitos en esta zona”.

No es raro ver a Juan Manuel Cano entrenar en esa vastedad que regala Las Termas. El escenario es tremendamente amplio y esa enormidad de Lago alberga los sueños que este termeño de 35 años aun acuna, como un adolescente que no deja de soñar en seguir rompiendo marcas en la Marcha Atlética, especialidad deportiva de la que ostenta el récord argentino.

El fuego sagrado que Juan Manuel lleva adentro es el mismo de los grandes deportistas de elite. Ven un sueño y van desaforadamente tras de él. Juan dice como un “loco”.

Hay una delgada línea entre la genialidad y la “locura” y Juan la recorre desde su adolescencia.

Esa pasión lo llevó a 3 Juegos Olímpicos: Beijing 2008, Londres 2012 y Rio 2016. Ahora va en busca de Paris 2024

Miradas concertó una entrevista con él y dijo muy amablemente que si para encarar un mano a mano con el periodista Guido Buabud, conductor del ciclo.

“No debe haber un termeño que no se sienta orgullos de vos”, le espeta el comunicador de entrada.

«Hay muchas cosas que pase en cuanto a lo deportivo. Para llegar a la punta del Everest hay un camino muy largo donde se necesita apoyo. Los padres son el primer sponsor que tienen los chicos y yo los tuve. Nunca me faltó el apoyo de la familia y eso fue fundamental», responde Cano en la entrevista. Y agrega: “Los obstáculos los pude superar por el amor a lo que hago”.

“La constancia, la disciplina y el amor por lo que uno hace es lo que al final se impone”, dice.

“Trato de no mirar para atrás para no quedarme dormido en los laureles. Quiero hacer otro juego olímpico. Este año quiero estar otra vez en el Campeonato del Mundo. La vara está muy alta, pero hay que entrenar más. Hay que seguir superando cosas. Hay que mirar para adelante y tener en la conciencia la tranquilidad que uno ha hecho lo posible para logra cierto objetivo. A veces se cumplen a veces, no, pero si estoy aquí es porque creo en mi”.

Sus logros deportivos han sido mayúsculos. También ha participado en 6 mundiales, 4 Panamericanos y muchos más Sudamericanos.

“Creo que una vez que llegué a los Juegos Olímpicos me di cuenta que mi vida cambió. No hay más nada arriba de eso en cuanto a nivel competitivo”, comenta.

Recuerdo mucho mi adolescencia a los 14 años entrenando con Mario Messa, entrenando 5 y media de la mañana, 6 de la mañana con frio con calor. Estaba reloco y lo hacía por el amor a lo que hago además mucha hambre de gloria”.

“Como manejaste la presión?”, le consultan.

“Si lo ves en tus ojos, lo vas a ver en tus manos dice una frase. Alos 17 años me había dado cuenta de que podía. había algo en la cabeza que me taladraba y me decía que se puede. Había descartado todo. Vivía como un loco, en el buen sentido, que era entrenar, correr, dormir, ira la universidad, entrenar, correr, comer, dormir y en el último intento en Iquique en el Iberoamericano del 2008 lo logré puse una marca y me clasifiqué a los Juegos Olímpicos”.

“Fue todo super rápido, estresante, satisfactorio, emocionante. Fue una película con todos los condimentos, drama, suspenso, comedia. Me pasaron 1 millón de cosas en ese lapso de 4 años “

Finalmente reflexionó sobre un puntal en su vida: La familia.

“La familia es todo para cualquier persona. Fui muy independiente y terco porque la familia siempre te acompaña, pero por ejemplo había una guerra sana en mi casa porque mi papá me apoyaba mucho y mi mamá también y me decía que vaya a la universidad y a veces mi papa lo entendía mi mamá no”.

Ahora Juan Manuel es papá de 2 niños. Combina los compromisos de la paternidad con los entrenamientos. Mientras, su sueño continua.